Tenemos por lo que luchar

Elliott Erwitt

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A veces lo busco y no lo encuentro. Dicen que es exactamente así, que aparece cuando menos te lo esperas. Como lo hacen las gomas del pelo, o las llaves, en el bolso donde has buscado más de mil veces, o en el bote de las monedas escondido en el último estante de la cocina.

Yo un día lo vi desde mi ventana. Un grupo de estudiantes protestaba contra la Lomce con pancartas donde se leía: «Tenemos por lo que luchar». Estaban sentados ante media legión de antidisturbios, cantaban una y otra vez las mismas estrofas, mientras daban palmas y golpeaban sus pies contra el suelo. Habían cortado el tráfico de la avenida, sonaban algunos petardos, todo era lo esperado.

De repente, empezaron a llover huevos. Caían uno tras otro como una lluvia de estrellas a los pies de la pasma, mientras alguno lograba hacer diana en algún escudo. Luego alguien lanzó una bengala, se oyeron pequeñas tracas, que explotaban levantando más humo que ruido, y antes de que la muralla azul se moviese él gritó : «¡Marta, vamos, corre! ». Ella se puso de pie y entre el barullo cayó al suelo. Él volvió a gritar su nombre y fue hacia ella mientras los azules ya repartían. La agarró de un brazo y la levantó de entre la pila de cuerpos . «¡Corre Marta, corre!»

Y corrieron. Él, con las piernas más largas, unos metros por delante de ella sin dejar de mirar hacia atrás. Ella tropezó y él paró para recogerla, pero ella ya se sacudía las perneras y avanzaba delante de él por la avenida.

Caminaban agarrados de la mano cuando me los encontré, todavía jadeaban. Él la miró y preguntó: «¿Tuviste miedo?». Ella dijo no, y supe que no mentía.

Vi toda la fe en los ojos de él y vi que ella también la veía y que hubiese podido volar. Vi que uno empujaba al otro y al revés, vi como miraban al mundo. Vi la admiración necesaria en los ojos de ambos, la justa para no estropear nada.

Vi el yo no te suelto y las canciones malas de la radio. Vi toda la verdad y la poesía, vi la amistad con momentos eróticos. Vi cómo él le besaba la mano mientras ella se preocupaba de limpiar la sangre de la ceja rota de él. Vi toda aquella ternura, la piedad, la compasión, toda aquella fuerza. La ilusión.

Lo vi aquella mañana en aquella acera y pensé que quizás no fuese a durar para siempre, porque querer no solo no basta, sino porque solo la vida es más frágil que el amor; capaz de hacerlo trizas las facturas, un trabajo precario, los platos de la desayuno o la tapa del retrete.

Que sí, que quizás no llegasen a cumplir treinta juntos, pero que jamás les pasaría lo que a Luisa al final de su vida. Que después de esa vez habría otra y cuando estuviesen a punto de rendirse, solos, cansados y viesen en la cara de otros la resignación o el miedo, alguien, algo ahí adentro les diría: « ¡Cuidado! La vida no es esto, el amor no es esto. La vida y el amor estaban aquel día en aquella plaza».

 

3 comentarios en “Tenemos por lo que luchar

  1. Es así… «Capaz de hacerlo trizas las facturas, un trabajo precario, los platos de la desayuno o la tapa del retrete».

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