«Con tristeza, me dices
que el abuelo
ha vuelto a cortarse
al pelar la manzana.
Y la vida es más vida así, con miedo y con un pulso entrecortado».
Sara Herrera Peralta
Tengo una cicatriz de seis puntos en la rodilla izquierda, que me acompaña desde los seis y otra en la planta del pie, que cumplió quince años este verano, de madrugada. En la rodilla derecha una marca me recuerda una mal paso, un domingo por la mañana.
Todas tienen un día que recuerdo con nitidez, a pesar de que no sepa qué día fue ni siquiera el año exacto. Veo con claridad los brazos del tío Manolo mientras me limpiaba la sangre de la pierna. Mírame sólo a mí, no es nada. Vamos a ir al hospital a que te pongan tiritas. Y yo con los ojos muy abiertos lo miraba nervioso pidiendo que alguien buscase las llaves del coche, y le devolvía la sonrisa con los dientes apretados, sin dejar caer una lágrima para que él no se asustase más. Casi veinte años después, mi amiga Cris pedía tranquilidad, que la sangre es muy escandalosa. Te pilla los capilares, y claro. Y yo con todo el frío de agosto, pero sin dolor gracias al whisky, con toda aquella gente alrededor, no conseguí entrar en calor hasta que vi llegar corriendo a mi primo Pablo.
Y luego tengo esas otras que no se ven, porque están bajo la piel. Las que hace el vivir. Esas de las que un día creí que jamás olvidaría qué llevabas puesto, el color de aquel portal o los cuadros de una camisa que no había visto nunca. Heridas que tienen nombre de una ciudad a la que no he vuelto, del día de mi cumpleaños o de las doce de la mañana de un día que quizás olvide que era viernes pero del que recordaré para siempre el mes y el número. Y esas otras, de las que no recuerdo el día y de las que espero pronto olvidar el mes. La del mensaje que no debí leer y aquel otro que no debí recibir. La del escalón en el que fumaba porque no quería entrar en aquella casa, un otoño muy frío y muy muy al norte. El día que borré un teléfono que supe que jamás volvería a utilizar. La última vez que le vi y todavía no sabía que era la última vez. El día que desconocí a quien creía conocer.
Heridas que dolieron como si el leopardo se hubiese despertado y me arañase por dentro. Días de nada, y de todo. Días de por qué y de ya está. Heridas que no tienen nada que ver con ganar o perder, si no que parecen venir a doler para enseñarte que hacerse mayor es aprender a defenderte de quien más quieres.
Ahora el leopardo vuelve y te araña, recreándose lento en el zarpazo. Es el momento de hacer que esta vez los rincones estén más visibles, que escribía Ben Clark. No existe otro secreto para un aspecto limpio.
Tengo cicatrices, las que se ven y las que sólo se yo… También algún tatuaje en mi cuerpo y algún tatuaje en el alma y estos son los que más duelen…
Una entrada muy grande! Como siempre!!
Muchas GRACIAS
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Oooh! Cómo me entiendes!!!
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Me has hecho llorar conunojo!!
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Me llegas al corazon de nuevo. Yo tambien estoy llena de heridas, de perdidas y sueños rotos. No lo sabe nadie, porque un dia aprendi a ocultarlo.
Un abrazo desde lejos.
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Yo soy una chica con suerte. Mis heridas no son más que las consecuencias de vivir, ya puedo mirarlas con una sonrisa. Pero siempre aparecen heridas nuevas, eso es lo que tiene estar aquí. Eso sí…ningún miembro amputado, los cimientos en orden. Gracias por pasarte y leer.
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Es increible como la tristeza se apodera de cada uno de nosotros cuando leemos tus heridas y pensamos en las nuestras. Gracias por compartirte con nosotros como siempre. Un besiño
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Hay que permitirse estar triste cuando la ocasión lo merece. Limpiar los rincones, dejarlos listos y visibles y luego seguir. Gracias por leer, Pablo.
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Heridas inconfesables que además que te acentúan el sufrimiento por tener que ocultar, como siempre removiendo las entrañas, como siempre has estado genial.
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No se bien como llegué a este blog hace ya algunos meses y cada entrada que escribe me cautiva porque siento que tiene una parte de mi escrita…. Como se llama quien escribe?
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Escribo de eso que hemos sentido todos alguna vez. Me alegro de que te guste. Besos
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Llevo tantas heridas, unas cuantos visibles y otras muy profundas en lo recondito de mi alma… Aquella tarde de junio hace casi 6 años, ese mensaje que jamas debi leer, las palabras que jamas pense escuchar … y esta esa que aun duele y no sana!! Pero de eso esta hecha la vida, de caidas, golpes, tropezones, sacudidas y uno que otro empujon mal buscado… Pero caemos y nos levantamos: mas fuertes, mas sabios, mas acertivos y cautelosos. Llenos de heridas y de pequeños recuerdos, que nos recuerdan que estamos vivos!!
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